jueves, 25 de febrero de 2021

Creí que no podría hacerlo, pero quise, pude, lo hice

Mientras el curso llegaba a su fin, se oía en los distintos domicilios y centros de trabajo el repiquetear de los teclados casi al unísono, pero no solamente: una buena porción de los alumnos optó por la alternativa de grabar un pequeño vídeo casero (la moda youtubera y twitchera), sin comprender realmente que una imagen no siempre vale más que mil palabras, sobre todo cuando se interpreta al ventrílocuo de uno mismo.

Así, cientos de historias, de recuerdos y recopilaciones, la mayoría a buen seguro descuidados por las prisas y agobios, y con más buena intención que otra cosa, se agolpaban en las respectivas pestañas de Moodle. Salvoconducto de un jugoso certificado de 20 horas, muy útil a la hora de concursar por nuevos puestos de trabajo dentro de la Administración, la cosa no era cuestión de broma: la hora de cierre de la plataforma online, inminente.

De esta guisa las ideas fueron apareciendo -por fuerza- en la cabeza de Jack Andrus, protagonista de una película de efímera fama hace casi medio siglo; varón heterosexual, de raza blanca, no obstante hijo de migrados desde el Este de Europa en los albores del siglo (el XX, claro), jamás se había planteado cosa parecida a la noción de igualdad, diversidad ni mucho menos que ambas pudieran "interseccionar" o erigirse como idea fuerza, vertebradora de toda política europea a partir del año 2004 ("gender mainstreaming" en inglés). 

Y es una verdadera lástima, pues en los largos -eternos para él- meses en que la depresión le vino a acompañar, bien le habría valido un entorno más accesible para su silla de ruedas, de modo que se hubiera podido desplazar sin problemas por el recinto del psiquiátrico, sin necesidad de ayuda, una ayuda que le humillaba y le recordaba que detrás de la mano cariñosa de la enfermera o cuidadora que lo paseaba por los amplios jardines, estaba esperándole en caso de propasarse de los límites la zarpa de unos gorilas, sí, aquellos gorilas que lo conocían perfectamente y sabían cómo provocarle dolor físico.

No se daba cuenta Andrus que en la institución a cuyo cargo estuvo temporalmente, los empleos que por allí se veían -enfermeras, cuidadoras, limpiadoras, cocineras- eran los conocidos hoy día como "altamente feminizados", a saber: aquellos trabajos desempeñados mayoritariamente por mujeres como resultado de una Historia (la única que había habido) que privilegiaba los trabajos más físicos e intelectuales para ellos, siendo uno de estos ellos el propio Andrus, el cual -sin saberlo, claro está- formaba parte de una casta patriarcal, infame sistema gobernado por hombres blancos heterosexuales que no se paraban a pensar en estos asuntos.

Pero hete aquí que, andando el tiempo, este sistema ha ido lenta pero constantemente resquebrajándose, y ahora para hombres como Andrus sigue quedando menor porción de una tarta que ya nunca más debería quedar monopolizada.

Sirvan aquí las últimas palabras pronunciadas por Andrus en la no mencionada película, como coda a mi desempeño personal en este curso, pero también a la causa de la diversidad, la igualdad y lo que cada cual puede hacer para impulsarlas:

"Creí que no podría hacerlo, pero quise, pude, lo hice".

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Creí que no podría hacerlo, pero quise, pude, lo hice

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